Adiós muchachos...

Viajar tiene que ver con todo. Con encontrarse con uno mismo, con la posibilidad de reencontrarse con personas queridas, con descubrirse en escenarios a donde la imaginación había llegado antes, con alegrías compartidas con gentes que quizá nunca volverás a ver, con canciones que te regresan al lugar de donde eres, con la oportunidad de mezclarse en el ambiente al cual se llega como extranjero y se sale como un nativo más, abrazando y brindando con el de al lado... Viajar a Buenos Aires representó uno de los mejores regalos de cumpleaños que he recibido gracias a dos increíbles amigas, Ceci y Marce, mexicanas ellas y a quien este viaje me ayudó a redescubrir como grandes personas y colegas. No sólo me dieron posada, sino muchas alegrías. Con ellas, y un mucho e vino, todo un año de vivencias por fin pudo salir y ser contado. Por ellas, tuve la fiesta que jamás hubiera soñado: como en casa en un país extraño, con rostros que al paso de las copas y la carne dejaron de ser ajenos, con voces que entonaron las mañanitas en un perfecto argentino y provocaron una alegría que mis fotos me hacen recrear con increíble vivacidad. Buenos Aires ha sido todo esto y más. Y aquí comparto una foto más de esa noche en El Chino. Y prometo que será de las pocas veces en las cuales sea yo quien salga en una de ellas, pero no pude borrarme. Conmigo, Marce y nuestros dos acompañantes de aquella espectacular noche. Él cantaba y ella bailaba cualquier ritmo. Es de esas fotografías en las que uno quisiera meterse para volver a escuchar esa música y respirar ese ambiente de borracha felicidad que encontré en el camino a lo que a la postre fue la cereza de ese viaje: el Fin del Mundo.

La conoces???...

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De locura