La noche de los paraguas rotos

Había sido un día terrible. Lluvia intensa desde la mañana, combinado con un frío insoportable. A eso de las 9 de la noche, regresaba a Barcelona tras una visita frustrada a Girona. Lo único que conocí ahí fue la cafetería de la estación del tren, una tienda de discos y las fachadas de los edificios cercanos. No, no salí del edificio. Tras un café y un croissant retorné a mi ciudad-morada. La ciudad había sido abatida por el aguacero. La poca gente que había en las calles, corría. Muy poca le hacía frente con decoro. Esta foto la tomé saliendo de la estación del metro Barceloneta. Un paragüas destruido, un par de bicicletas abandonadas, sinfín de hojas en el suelo... agua, mucha agua... sin embargo, al fondo, se ve una chica caminando tranquila pese al frío y la interminable lluvia. Me metí al metro de nuevo en esta noche de diciembre para el olvido. No sólo fue la empapada, la visita frustrada a Girona, sino que más tarde el motivo de mi visita a la ciudad, ella, reclamó la ausencia de una llamada mía. Cualquier tormenta habría sido más llevadera con ella frente a mis ojos y un café entre las manos. Hoy, que he eleguido esta imagen, mi paraguas está roto, mi vida empapada y mi bici oxidada. Lo bueno es que siempre hay la posibilidad de que al día siguiente salga el sol.

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De locura