Influenza, por tu culpa ya no nos quieren (V)
Viernes. Desperté sin ganas de escuchar nada más del virus de varios nombres y muchos contagiados. Música relajante para iniciar. Se acabó la semana y no hay espacio para más información en la cabeza. Tantos datos sin ninguna certeza. La alerta sigue a lo máximo. Las autoridades dicen que los contagios se han reducido, pero las cifras siguen engordando. Los muertos sumaron 16. Todavía el narco sigue matando más por hora, a balazos o pericazos, pero para eso no hay la vigilancia tan extrema como para el virus, ni la ayuda mundial tan expedita, ni los controles exhaustivos en las aduanas y cruces frontericos. No, porque ese sí salpica dinero en todos los niveles, y tapa bocas, oídos y equiva escáneres por más modernos que sean...mmmhh bueno, la influenza lo hace para los laboratorios. Con todo, la gente se resiste a quedarse encerrada, o al menos a encerrarse y resignarse. En los últimos dias me he enterado de una boda por el civil, de un baby shower, de un cumpleaños con rock band en el entorno cercano. Hay que vivir. Lo que comienza a extrañarse son los abrazos, tan necesarios siempre. No, ahora todo es de lejitos. Cuidado y te acerques. En la redacción simulamos el choque de puños con pantomima y otros chocamos los codos. Pero no es suficiente. En situaciones como ésta, los abrazos deberían tener más demanda que los cubrebocas, pero hasta eso ha impedido el virus. Ya ni que decir de los besos del saludo. La influenza se ha metido en nuestra vidas y ha comenzado a taladrarlas. Ahora, ya no hay vuelos a Sanghai luego de que en Hong Kong apareció un mexicano infectado; no sólo eso, sino que China mandará un avión para repatriar a sus connacionales de vuelta (ojala se lleve a todos, porque ya comenzaban a sobrarnos y nos han infestado de piratería y productos de mala calidad, ¿ah, verdad que se siente feo?) justo horas después de que mandara otro con ayuda médica y dinero. Han llegado reportes de que en ciudades del interior del país ha habido señales de repudio para los defeños. Estamos a nada de que nos echen una bomba y nos desaparezcan con todo y virus. O al menos, de que Nicolas Cage tome el papel del héroe en el próximo churro gringo cuyo desenlace lo tendrá a él y a su bella amada como los únicos sobrevivientes, caminando por Reforma tomados de la mano viendo cuerpos esparcidos por el asfalto hasta que son recogidos por un BlackHaw y llevados a Nueva York donde esperarán la próxima catástrofe. No será para tanto, pero al menos ya nos jodió una semana completita y muchas cosas más. Estoy cansado. Mañana sábado recorreré la ciudad. Quiero saber qué se siente, quiero tratar de reconocerla. Ahora mismo me siento como me sentí pocos días después del terremoto de septiembre de 1985, cuando mi padre me pidió acompañarlo a la zona de desastre para intentar recuperar una máquina que había dejado guardada en la bodega de un edificio. Hasta ese momento, todo lo que sabía había sido a través de la radio y la tele. Y tenía miedo de descubrir que olía a muerto, que el polvo no dejaba respirar y que mucha gente seguía buscando entre los escombros a algún ser querido como relataban los periodistas. En ese entonces tenía 15 años.
Comentarios
Publicar un comentario