Los niños de Fukui




Esta ciudad japonesa la conocí gracias al fubol. De atractivo, nada en el sentido turístico del término, pero todo por ser mi primera experiencia de muchos días en un sitio así. Ahí desayuné, comí y cené por casi 20 días. Caminé sus calles como loco, a veces dando vueltas por las mismas cuadras, yendo a los mismos restaurantes o bares, saludando a la misma gente. Ahí me quemé por primera vez la boca con unos nodles hirviendo, ahí conocí a la primera brasileña fuera de Brasil, ahí extrañé las salsas y odié la tabasco, ahí bailé cumbia con una nipona y merengue con una rusa. Fukui no es Tokio, Kyoto ni nada por el estilo, pero es la ciudad japonesa donde más tiempo he vivido. Por las mañanas, cuando me iba a trabajar, me tocó ver varias veces a los niños que iban a la escuela, o a mi regreso, que iban a casa o a alguna excursión. Esta foto fue tomada como a mediodía, el cuadro me encantó porque, lo sabemos, niños todos los seres humanos somos encantadores. La incluyo ahora porque esta noche me puse a revisar mi archivo de fotos de gente y elegí ésta por una conversación sobre Japón que tuve con una amiga. Me metí en la foto y me percaté que, curiosamente, ningún niño sonreía. No sé bien por qué, y no pregunté porque mi vocabulario japonés se remite a cinco palabras. Pero vean las fotos. Ninguno sonríe. Quizá el parque al que iban no les agradaba, quizá era viernes y estaban cansados; vean sus ojitos como tristes. Curioso, tengo año con esta foto y apenas me doy cuenta que en ella hay niños sin sonreir. A partir de aquí, incluiré algunas fotos más de gente del mundo. Sus rostros es lo que mejor habla del país en el que viven. Viéndolo así, quizá estos niños iban a clases en busca de la calificación excelente que les permita ser reconocidos entre la masa Lo sabemos, ser el mejor en el escuela es una de las exigencias del sistema educativo japonés. Muchos no resisten y cuando jóvenes, pueden hasta suicidarse. Quizá estoy exagerando, pero en mi camino por las calles de esta ciudad japonesa, esto fue lo que encontré y me sigo sorprendiendo.



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De locura