La pista que se pierde en el mar

Llegó la hora.
Seguro habrá valido la pena esperar todo un año para tomar la maleta, subir al avión y descubrir una cultura nueva, con sus paisajes, sus sabores, olores y emociones. El destino es Tailandia y Tokio, la primera inexplorada, la segunda que visitaré por tercera vez en esta vida.
Uno nunca sabe en qué momento comenzará a sorprenderse cuando inicia un viaje, por eso hay que llevar los sentidos bien abiertos. A veces será desde el mismo despegue, desde el compañero de viaje, la escala o la aterrizada. Esta foto es el mejor ejemplo de ello. Llegaba a Usuahia, en la Patagonia argentina, y desde lo más alto alcancé a divisar lo que aparentaba ser una pista de aterrizaje, sin embargo, dude que en ese sitio, muy cercano al mar -demasiado acorde con esta perspectiva- aterrizaríamos. El avión comenzó a dar vueltas alrededor de esa especie de isla hasta que se alineó por la parte donde justamente la pista se encontraba con el mar. La maniobra fue esa justamente, tomar la pista por donde terminaba. Aunque los expertos de vuelo pudieran considerarlo algo lógico, para mi no lo era. Pocos minutos después ya estábamos en tierra, pero esa sensación de vértigo la sigo experimentando cada que veo esta fotografía.
A ver qué aterrizajes nos depara la aventura que inicia en horas.

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De locura