Tranvías 1

Nunca he entendido por qué o quién osó desaparecer el sistema de transporte por medio de tranvías en la Ciudad de México. Es triste ver las vías abandonadas en colonias como el Centro, San Ángel, Tlalpan. Mientras en ciudades de países primermundistas o en vías de serlo, el tranvía se conserva no sólo como un atractivo turístico, sino como una opción de transporte eficiente y no contaminante, en México dejó de existir. Aún recuerdo finales de los 70, cuando corría la ruta del metro Taxqueña al centro de Tlalpan, por toda esta avenida, y lo utilizábamos para ir al Estadio Azteca en días de partido. Era divertido por la forma en cómo se movía, por la posibilidad de irse de mosca en la parte trasera agarrados de los cables para no pagar, porque avanzaba sin parar cuando los coches estaban embotellados sobre el asfalto. El tranvía ha pasado a ser un simple recuerdo de niñez para muchos de los mexicanos, y para los más jóvenes, una referencia lejana —si es que se han preguntado alguna vez el por qué de la existencia de vías en ciertas calles de la ciudad. En mi paso por algunas ciudades del mundo, muchas de ellas de avanzada, el tranvía subsiste. Versiones modernas de este medio de transporte conviven con algunas que se han conservado como reliquia o atractivo para los turistas. Praga por ejemplo, Milán, incluso San Francisco o Lisboa. Siempre abordar uno causa cierta emoción (o quizá solo nos pase a quienes lo añoramos porque ya lo tuvimos cerca). Hasta el cableado que les da vida se ha convertido en parte del escenario de las ciudades que lo conservan. La nostalgia, y el insomnio, me hicieron ir al archivo de viaje para recuperar algunas imágenes de los tranvías que he conocido. El ejercicio me hizo maldecir de nuevo a quien decidió desaparecerlos de la ciudad, pero también evocar mi paso por los lugares donde subsisten. Estas primeras fotografías corresponden a la ciudad e Budapest.





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De locura