El paraíso de Cesaria Evora

Cabo Verde llegó a mi vida gracias a ella. Conocí a Cesaria Evora gracias a una amiga, Lucía, que me invitó a un concierto suyo en el Salón 21 de la Ciudad de México. No conocerla con anticipación fue la mejor manera de disfrutar su recital: las sorpresas no pararon durante casi 3 horas, el tiempo que ella cantó, tomó, fumó y nos hizo bailar con un par de canciones alejadas del tradicional toque melancólico de su obra. Habrá sido allá por finales del siglo pasado, quizá a inicios del actual,  no recuerdo. Desde entonces entró su música a mi casa, me interesé casi en cualquier noticia que hiciera referencia a ella y la disfruté, regularmente con un poco de alcohol en un vaso para dejar entrar de mejor manera todo el sentimiento de su voz. Desde entonces, también, Cabo Verde se instaló en mi mapa de destinos por conocer. Pasaron algunos años para que eso sucediera. En octubre de 2011 pude concretarlo. Debo ser honesto. Fui a Cabo Verde pensando en encontrarla. En casi todas las reseñas que pude leer de viajeros que se me adelantaron, hacían referencia a que, con un golpe de suerte, era posible verla en alguna de las calles de Mindelo la capital de la isla Sao Vicente, o en el pequeño Café Lisboa, a donde ella solía ir por la tardes noches a tomar un trago para enterarse de las últimas novedades del pueblo y, generalmente, a cantar un poco evocando sus inicios en la música. Llegué a Mindelo a las 10 de la noche de un martes, tras una escala obligada en Praia, la ciudad más grande del archipiélago. Desde el cielo que cubre cada una de las islas caboverdianas es posible comenzar a sentirse enamorado, y el corazón se agita cuando comienzan a divisarse las luces de la ciudad y el avión rompe las últimas nubes antes de descender. El camino del aeropuerto a la ciudad fue muy corto, 5 minutos quizá. El taxista se esforzó por españolizar lo más posible su portugués para que pudiera entender su explicación de lo que estábamos viendo en el camino. ¿Cesaria vive aquí? Sí, muy cerca del hotel. Pasamos por el puerto, el mercado de pescado, el pequeño zócalo, la iglesia, el Palacio de Justicia, tomamos la Rua Libertad de África, y justo en la esquina con Rua de Tejo estaba el primer objetivo de la visita: el Café Lisboa; el taxista no fue ajeno a mi interés y me llevó un par de kilómetros más adelante, sobre la Avenida Fernando Ferreira, para mostrarme la casa de la cantante: una hermosa mansión de dos plantas con una fachada verde pistache y detalles en blanco. Pero era noche y no consideré bajar. Sin embargo ya estaba ahí. La primera misión del día siguiente era ir a sentarme al Café Lisboa, comer, tomar, en espera del golpe de suerte. En el camino, la prensa fulminó cualquier posibilidad: Cesaria había sido internada de urgencia en París. Horas después, anunciaba su retiro de los escenarios. Pero yo ya estaba en su adorado Mindelo, un lugar para bien vivir y bien morir, sin duda. El Café Lisboa siguió siendo destino, y no ha habido mejores cervezas que las que ahí fueron acompañadas por la música de Cesaria, la mujer a quien por cuya voz seguí hasta ese punto enmedio del Atlántico y al cual 'Cize' aún tuvo fuerzas para regresar y pasar sus últimas horas de vida. Conocer Mindelo, conocer Cabo Verde, es necesario para darse cuenta por qué quién ahí nace, ahí quiere morir. Agradezco a ella su música, su compañía y el haberme dado la inspiración para conocer el lugar que ahora llora su ausencia.
Sin ella, Cabo Verde seguiría perdido en el mapa. En cambio, ahora lo traigo en los ojos y en mi corazón, en espera de regresar para saber cómo está el trozo de alma mía dejado y que ahora mismo andará frente en la casa de la fachada verde para darle el último adiós a la diva de los pies descalzos, o en el mismo café para llorar su despedida.
Voz y quebranto.






































Comentarios

  1. Hola... Ya lo intenté, pero honestamente no entendí... en qué consiste... Saludos?.

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