Todos los colores, todas las razas, todos los idiomas (II)

Para mi, una celebridad es quien logra sacarme una sonrisa, quien, sin pena, acepta ser retratado; quien hace un viaje una experiencia inolvidable; quien accede a compartir algo de su tiempo conmigo, de sus enseñanzas, de su mundo, al que llegué sin avisar. Caminábamos en un parque público en Guangzhou, China, y unas damas ensayaban una rutina de baile tradicional cuando una de ellas me descubrió y antes que esconderse, sonrío y permitió mis clicks, además de contagiar a sus compañeras para que lo hicieran. El barbero en un barrio de Katmandú interrumpió su trabajo para hacer lo mismo, también lo hizo el niño marroquí, quien quitó los ojos del pizarrón en plena clase para mirarme o los pequeños vietnamitas que iban en bici a la escuela y despegaron su mirada del camino para regalármela a mi por un segundo. La gente es maravillosa. No siempre es posible retratar a todo mundo, así que son mayoría las imágenes que se quedaron sólo en la memoria mía y no en la de la cámara y de las que han quedado registradas, he hecho una selección a manera de homenaje. Tres descripciones cortas para acompañar 3 imágenes muy significativas: En Pittsburgh conocí a una familia que, al enterarse que mi visita coincidía con mi cumpleaños, organizaron una fiesta sorpresa. Fue mi primer happy birthday oficial. La hija del matrimonio murió de cáncer algunos años después de esta foto. Antes de eso, pudimos hablar por teléfono. Yo estaba en Grecia, ella en la cama de un hospital. Pero esa sonrisa es lo que perdura en mi memoria, así como en la fotografía. Además, gracias a ella conocí al cantante Damien Rice. Su herencia perdura. En Katmandú conocimos a una señora y su hijo en una fondita, que estaba camino a la casa donde nos hospedaríamos. Llegábamos de Nueva Delhi para pasar año nuevo en Nepal. Decidimos caminar a la casa desde el aeropuerto, pero el hambre nos hizo abrir el olfato y descubrir el lugarcito. La puerta era una cortina de plástico y adentro había un par de comensales. Nos sentamos sin entender nada del menú, es más, creo que no había menú. Vimos lo que alguien más comía y eso pedimos. Era una mega súper sopa. El lenguaje de señas nos salvó. La mamá preparaba las sopas y el niño las llevaba a la mesa. Eran una delicia. Regresamos ahí un par de veces más. En una semana nos hicimos clientes y asiduos. La foto de los dos personas que nos deleitaron con su comida no podía faltar. En Bali, Indonesia, reservamos una habitación en una zona alejada de todo. ok, ya estábamos lejos de todo. No fue fácil dar con ella, pero cuando lo hicimos, agradecimos el esfuerzo. La anfitriona era Dayu, y en su casa con ella encontramos lo que buscamos por toda la isla: gran comida tradicional y una ceremonia religiosa tradicional a la cual nos invitó e hizo todo para que cumpliéramos los rituales al pie de la letra. En su casa nos tocó nuestro aniversario, y preparó una gran comida por celebrarlo. Explicó cada platillo, cada ingrediente, y al día siguiente nos dio una clase. Ella suele escribirnos de vez en cuando por Facebook. Sabe que nos dio tres días inolvidables en su casa. Se lo decimos cada que podemos.                  

Guangzhou, China

Katmandú, Nepal

Tirta Gangga, Bali, Indonesia


Bali


En un pueblo a la orilla del río Mekong, Vietnam

Mindelo, Cabo Verde, África

Un pueblo a la orilla del río Mekong, Vietnam

Medina de Fes, Marruecos

Vietnam


Bali, Indonesia

Santorini, Grecia

Pittsburgh, USA


Lago Titicaca, Bolivia

Varsovia, Polonia


Tirta Gangga, Bali, Indonesia

Bali, Indonesia

Katmandu, Nepal 

Budakeling, Bali, Indonesia

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De locura