Todos los colores, todas las razas, todos los idiomas (I)

junio 03, 2020

Todos los colores, todas las razas, todos los idiomas (I)

Viajar es lo mejor que he hecho en la vida. Pero más allá de los kilómetros recorridos, de las horas en un avión o en carretera o la cantidad de sellos en el pasaporte, lo que más agradezco de hacerlo, es la posibilidad que he tenido de conocer gente. Desde aquellas personas a los que les he podido robar una fotografía, sonrisa incluida, hasta quienes me aceptaron en sus espacios para compartir su mesa conmigo, alguna bebida, alimento y, sobre todo, charlas aderezadas con sonrisas. En escenarios que han ido desde una chocolatería en Barcelona hasta una cueva en las montañas de Marruecos; desde una hirviente ciudad de Santa Clara, en Cuba, hasta las islas que dividen a Estados Unidos y Rusia (en el estrecho de Bering), de todos ellos guardo recuerdos más que gratos. He podido convivir con gente de todas las razas, que habla idiomas de los cuales aprendí muy poco pero que siempre se esforzó por hacerse entender a señas o con un inglés básico. Sí, la gente es increíble. Ha sido increíble conmigo. No importa el país, la ciudad o el pueblo, siempre me han hecho sentir a gusto. Y siempre estaré agradecido por todo lo recibido, sea mucho o poco. No podría discriminar a nadie por ninguna razón. Nunca. Porque nunca me he sentido discriminado en ningún lugar, ni en aquellos donde una cena cuesta muchos dólares, ni donde he comido del mismo plato que una familia durante el ramadán. No hay lugar del mundo tan lindo como su propia gente. Ésta es la que le da sabor, color, ritmo, alegría y hace de cada viaje, algo inolvidable. Esta primera serie de fotografías es un homenaje a ellos, a nosotros. Vean, y entendamos lo estúpido que es discriminar a alguien porque no es de nuestra misma religión, color, nacionalidad, raza, nivel socioeconómico. Vean, y entendamos que son más nuestras similitudes que nuestras diferencias.