Miradas salvajes II

Los ojos de la ranita verde me sedujeron. Mi hermano me la presentó. Había varias en la pileta de su lavadero, allá en un ranchito de Morelia. De un negro brillante, con el contraste perfecto con su piel, que la cámara registró en varias tonalidades de verde. Ojazos. Pero qué tal los de los peces, sí, ya muertos, que una familia amazónica me dejó ver antes de destazarlos para guisarlos. Qué ojos y qué lengua. Impresionantes los ojos del caimán del mismo Amazonas, con las pupilas dividiendo, en vertical, su globo ocular . Esa noche, el guía, ayudado con una lámpara como herramienta para descubrirlos en medio de la noche, me llevó a una aventura de varias horas hasta que dimos con ellos. Sigilosamente, cuando la luz de la lámpara se reflejaba en los ojos del reptil y lo delataba, el guía bajaba al agua hasta atraparlo sujetando con una mano la cola y con otra el cuello, para evitar ser mordido. Son expertos.  Después de algunas fotos, lo liberó. A la que no liberó fue a la piranha, esa si se fue al bote con otros pescados. Vean los dientes, pero también los ojos. Lo de la piranha fue de día, un día de pesca cualquiera, aunque se usaron trozos de pollo como carnada, el cual desapareció en segundos. De las decenas de piranhas que se acercaron a devorar, fue ésta la que mordió el anzuelo. Pasamos a la tierna mirada del Lobo Marino bebé, que esperaba algún desperdicio debajo de la mesa de los pescadores, o el cangrejo naranja de las Galápagos, con sus ojitos saltones color rosado. ¿Qué viajes nos regalan los ojos!


Rana en lavadero de Morelia, México
Pescado en el río Amazonas, Perú

Caimán del río Amazonas, Perú
(El reptil fue devuelto al agua)

Piranha, Río Amazonas, Perú

Sapo del Lago Titicaca, en la playa de Copacabana, Bolivia
Pescado de Santo Antao, Cabo Verde

León Marino bebé en las Islas Galápagos

Cangrejo de las Islas Galápagos

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De locura