Camino a Nagarkot

Qué bello es viajar. Camino a Nagarkot, a donde decidimos darle la bienvenida al 2016 con la promesa de unas vistas espectaculares de la coordillera del Himalaya, hicimos una escala en Bhaktapur, un hermoso y lastimado pueblo medieval. Para llegar al destino final teníamos que tomar un bus. Llegamos a la terminal, una calle normal donde hacían base viejos y polvosos microbuses. El primero que vimos al llegar ahí estaba atiborrado ya. Imposible subir. El atardecer se acercaba pero no el siguiente autobús. Descartamos, por precio, un taxi. Esperamos. A la parada se acercó un grupo de jóvenes estudiantes. Iban al mismo sitio armados con sonrisotas y guitarra. Preguntamos y nos pidieron esperar al siguiente bus. Llegó pronto. Subimos todos en chinga. Ellos se apostaron al fondo y apenas agarraron asiento, se pusieron a cantar. Yo no tuve un lugar sino casi hasta delante. Ella pudo disfrutar más de cerca el show. Fue un momento divertido cuando me acerqué a grabarlos. Cantaron con mucha enjundia y alegría. Así se fueron las 4 horas de camino alegrando una jornada llena de apachurrones y miedos —en cada una de las cerradas curvas, el micro se ladeaba como bote en oleaje salvaje, y a todos se nos aceleraba el corazón al ver que eran centímetros los que separaban la llanta del desfiladero—. Llegamos con el cuerpo magullado pero el corazón contento. Estábamos listos para recibir el nuevo año. Namaste chavos.
PD: Chequen el detalle del señor del gorrito, o iba crudo o no quería escuchar, pero su actitud es de destacar. Ja.









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De locura