La fiesta la pagan ellos, la disfrutan (al doble) ellas. Huarina, inolvidable

La fiesta, o morenada como le llaman los locales, ya llevaba un rato cuando llegamos. Litros y litros de cerveza habían desparecido ya en las gargantas de hombres y mujeres... sí, lo primero que vimos fue mujeres ya bastante emborrachadas, pese a lo cual no perdían el paso en las coreografías montadas para festejar a la Virgen del Rosario. Con sus coloridos atuendos, sin faltar el bombín que suelen llevar todas las cholitas en Bolivia —por tradición primero, por moda después, pero no falta— ellas bailaban al ritmo de alguna de las bandas que tocaban en el sector por donde pasaban. Qué divertido, porque en vez de dar un paso daban dos, pero de inmediato recomponían para no desentonar del resto y hacer menos evidente su mareo. Eran de todas las edades: desde la primera pequeñita que con su atrevido vestido —no tanto como su forma de moverse— atrapó nuestra atención al entrar a la plaza principal del pueblo, hasta las veteranas que, más alcoholizadas, hacían las reverencias religiosas al tiempo que se empinaban las botellas de 800 mililitros de cerveza. Este es un resumen gráfico de esa marvillosa fiesta a la que la casualidad nos invitó.    















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De locura