Sitios pa' volver: La champagnería, Barcelona
No importa cuántas veces habéis ido a un lugar, lo importante es siempre buscarle distintos ángulos distintos, meterse en calles diferentes, andar los mismos sitios a horas distintas, detenerse donde las guías no lo hacen. Barcelona es un destino constante en mi mapa por razones varias. En la última visita escuché hablar de un sitio del que nunca antes había escuchado, pese a ser una referencia aún para los que viven en la ciudad: La champagneria. El primer intento de visitarle fue infructuoso. Fue un día inhábil para el sitio, frustrante para el de la pluma, más que por haberlo encontrado cerrado, por haberme quedado con la impresión de que se trataba de cualquier tipo de chiringuito de mala muerte, con bebida y comida barata, pero de pisa y corre. El viaje acababa cuando el nombre del lugar volvió a ser mencionado, ahora con una consigna extra: no podéis iros de Barcelona sin conocerlo. De nuevo al intento. Terminado el tour del día, comenzamos la búsqueda. Llegamos a la Barceloneta, encontramos la Carrer de la Reina Cristina y luego, un puñado de gente arremolinada a las puertas de un sitio que escupía apenas luz. El sitio no tenía la misma pinta de todas las veces que había andado por esa calle otras tantas veces. Escupía gente, voces, ambiente. Entrar fue el primer triunfo. Acercarse a la barra el segundo. La atención del mesero, el tercero. Luego de llegar la primera copa de champagne, lo demás fue más fácil: el bocadillo, otro trago, el bocadillo, otro trago, otro trago, otro trago. De uno en uno, de dos en dos. Risas burbujeantes. Admiración. Vaya sitio con tanta onda. Jamones colgados por doquier, botellas y botellas. Como música, el descorche continúo; la parrilla con las carnes sobre ella. La voz malmodo del mesero, que luego hasta sonríe (o es el efecto del alcohol que provoca verlo hasta simpático). Mucha onda con poca plata. Guaiii...!!! Barcelona sigue sorprendiendo.
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