Cascarita al atardecer en Mindelo

La recomendación fue: no te vayas de Mindelo sin haber visto un atardecer desde la playa. Si un residente que lleva viéndolos toda una vida lo dice, hay que hacerle caso. Hay cierta idea de que los atardeceres en playa son encantadores, pero también de que casi todos son iguales. El sol cayendo lentamente hasta que se lo traga el mar, los diferentes tonos que en su caída va regalando, la sensación de que en esos minutos todo es paz, el color cobrizo en la piel, las olas moviéndose ya con timidez, un poco de melancolia por el día que muere. Pero este atardecer en la capital del archipiélago caboverdiano fue realmente diferente a cualquier otro contemplado antes. En serio. No solamente intervienen el sol y el mar, sino también la isla de enfrente, Santo Antao, cuyas caprichosas formas se van pintando de varios tonos hasta desaparecer entre la oscuridad siguiente. Se va el sol, se va la isla. También entran a escena algunos barcos cargueros, el último ferry que salió de Porto Novo, e incluso un grupo de caboverdianos que gastan los últimos minutos de luz de día jugando con un balón. Mindelo es inolvidable. Siempre vale la pena ir tan lejos aunque sea por un atardecer como éste. Dejo las fotos de la cascarita, pero hay algunas más para otra ocasión en la cual sea necesario salirme de donde estoy para sentirme mejor.






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