La violinista del centro de Varsovia

Las calles del centro de Varsovia son encantadoras. Las fachadas de los edificios, los colores, las indescifrables palabras que se escuchan. El primer sitio donde me quedé sentado más de media hora sólo por el gusto de mirar todo alrededor, fue la plaza Środmiescie. El hambre me hizo moverme y caminé por una increíble y angosta calle, Świętojańska, con el tradicional tráfico dominical de personas. Justo al dar vuelta en la esquina, comenzó a escucharse música de violín. Entre tanta gente resultó complicado ubicar su procedencia. Parecía que todos iban en busca de su origen. No estaba tan errado. Decenas de personas rodeaban a la ejecutante. Tuve que subirme a la escalinata del Santuario Matki Bozej para alcanzar a ver y descubrirla: rubia, hermosa como muchas de las polacas que vi, con un abrigo negro y con un fondo que resultaba idóneo como sello de autenticidad del sitio donde estaba. Disparé varias veces la cámara: por ella y porque no quería moverme hasta que dejara de tocar. Se percató de ello. Me miró. Se puso seria. Me ruboricé y decidí alejarme. Al parecer era su última pieza. Caminé un poco y cuando voltee de nuevo, la vi empacando su violín y recogiendo las ganancias del día. Las mías las expongo aquí.








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De locura