A mi amigo Salomón

Me enteré que se quitó la vida. Aparentemente, la muerte de su hijo unos días antes fue un trago que no pudo superar. Lo conocí como diputado en 1997, y más tarde, como deportista extremo. Atestigüe esta faceta cuando lo acompañé en su intento, exitoso al final, de cruzar el Estrecho de Bering. Aquí una foto mía que conmemora ese momento, y las crónicas que escribí para reseñar su hazaña.





1.- TAN CERCA Y TAN LEJOS
Publicada en REFORMA el 6 de agosto de 1999

Tan cerca y tan lejos. La Gran Diomede se encuentra a cuatro kilómetros de la pequeña y desde ésta se puede apreciar en toda su magnitud, pero para Salomón Jauli aún no ha sido posible llegar a ella debido a dos requisitos administrativos, desconocidos hasta antes de llegar, que no ha sido posible cubrir todavía: La presencia de una autoridad migratoria estadounidense y la autorización Rusa para que una embarcación diomedana pueda cruzar la frontera junto con el nadador.

Ayer se vivió el tercer día en la isla. Fue un triunfo llegar hasta ella y desde el arribo se empezó a trabajar en los últimos detalles, sin embargo, los mencionados surgieron apenas ayer cuando se les notificó a los guardacostas estadounidenses del objetivo de Jauli y de la necesidad de que fuera acompañado por una embarcación de la isla.

Patrick Soolook, autoridad de la Villa de Diomede, de inmediato comenzó a hacer los contactos necesarios para solucionar el problema y sólo se está en espera de las respuestas oficiales.

Debido a esto, tuvo que dejarse pasar el buen clima que se presentó el martes (amaneció soleado y sin viento), y de nueva cuenta es difícil anunciar el día exacto del intento, pues dependerá también de las condiciones climatológicas imperantes.

Al menos ayer, el día fue malo. Lluvia durante toda la noche, fuerte viento y densas nubes a lo largo del día. No sólo Jauli y su equipo sufren por esto, también los habitantes locales que dependen de lo mismo para recibir sus víveres y su correo, pues con mal tiempo el único helicóptero que vuela de la ciudad de Nome a la isla, tuvo que suspender su único vuelo de la semana.

En la tienda de la isla, los anaqueles se vacían paulatinamente aunque los nativos tienen otras opciones que los visitantes no: sus alimentos naturales, pescado (bluecods y Bullheads), morsa, ballenas, y algunas especies de pájaros como los aklects, murs y puffins, que cazan en las laderas de la montaña.

Además los precios de los productos llevados desde las grandes ciudades abastecedoras, principalmente Nome y Anchorage, tienen precios elevados, prohibitivos para ellos.

Simplemente, una bolsa de frijol de medio kilo cuesta 1 dólar con 85 centavos, una lata de papas en conserva, casi dos dólares, una cajetilla de Marlboro 4.85, una caja de pan tostado con azúcar 4 y un litro de leche 2.50.

Además no hay muchos lugares por los cuales caminar. Lo mejor, es pasearse por el extenso balcón de la escuela donde están hospedados, y observar los distintos colores que durante el día bañan los paisajes, al norte, en el mar de Chucky, y al sur, en el de Bering, o ver también como de repente la Gran Diomede desaparece casi completa detrás de la niebla.

Justo frente a la pequeña Diomede, se fusionan la aguas de ambos mares por lo cual nadar por el centro resultaría de alto riesgo para cualquier nadador por el tipo de corriente que se forma.

Eso obligó a Jauli y a su entrenador a tomar la decisión de empezar su trayecto desde el lado sur de la isla pequeña con el fin de evitar tocar esa zona.

Esa fue la misma ruta que el 24 de agosto de 1996 siguió la estadounidense Mimi Hugges, quien se convirtió en la segunda mujer en cruzar esta porción del Estrecho de Bering, de la primera, Linn Cox, pocos habitantes de la isla recuerdan algo, solamente que lo hizo a finales de los 80. Con esto, Jauli se convertiría en el primer hombre y el primer mexicano en realizar la hazaña.

Pero primero, habrá de sobreponerse a los obstáculos citados y sobre todo, a la tensión que han generado éstos.

Mientras, continúa entrenando hasta dos veces por día en el gimnasio de la escuela: salta la cuerda, hace abdominales, entre otros ejercicios con el fin de no perder la condición física con la que llegó y estar listo para cuando llegue el momento apropiado para aventarse al frío mar.

Lo mejor de ayer fue haber logrado el contrato con el dueño de cuatro botes para que vaya con el equipo el día del cruce, sólo dependerá de las condiciones del mar para saber si se utiliza un bote hecho con piel de morsa o uno metálico


Publicada en REFORMA EL 8 de agosto de 1999

2.- ¡LO HIZO!

Salomón Jauli cruzó ayer sin problemas de la Pequeña Diómede (EU) a la Gran Diómede (Rusia) en una hora seis minutos, convirtiéndose así en el primer mexicano en hacerlo nadando a través de estas frías aguas del Estrecho de Bering.

Ya en el agua todos los problemas que se presentaron antes de entrar a ella se fueron diluyendo, e incluso el de la resistencia a los 3 grados sobre cero de temperatura que tenía ayer el agua y que incluso llevó al nadador a pensar en abortar el intento a los 10 minutos de haber comenzado a nadar.

Jauli, de 51 años de edad, sumó así su tercer triunfo como nadador de distancia. Anteriormente ya había cruzado el Canal de la Mancha y el Estrecho de Gibraltar. Ahora el reto no era la distancia, sino el frío de estas aguas que en un par de meses estarán convertidas en hielo.

Jauli y su equipo conformado por su entrenador Zenón M. Castillo, Marco Polo Camacho y dos esquimales nativos, decidieron arriesgarse a cruzarlo. Pero para ello, debía esperarse un buen día y ese fue ayer.

El mar estaba tranquilo, casi no había viento y la neblina cubría prácticamente toda la isla rusa, lo cual evitaría que los militares establecidos ahí pudieran ver tanto al nadador como al pequeño bote de motor que lo acompañaba.

Jauli parecía no avanzar y no encontrar la dirección adecuada.

"Pensé en salirme, pero después comencé a nadar muy fuerte, para sobreponerme al frío y tenía mucho miedo de pararme porque si lo hacía podría no terminar", dijo el nadador, quien utilizó un traje de neopreno abajo del traje seco para soportar la fría temperatura.

Conforme siguió nadando agarró su ritmo y no paró hasta tocar con su mano derecha el acantilado de la Gran Diómede.

Las condiciones

Temperatura ambiente: 10 grados centígrados

Temperatura del agua: 3 grados centígrados

Distancia recorrida: 6 kilómetros aproximadamente (la distancia se incrementó tanto por la corriente como por el hecho de que no se cruzó en línea recta).

Número de brazadas por minuto: 55 en promedio

Número de pausas: 3

Tiempo total de recorrido: 1 hr 6



3.- ALGO MÁS QUE 66 MINUTOS EN EL AGUA

Publicada en REFORMA el 15-Ago-1999

Para Salomón Jauli no sólo fue nadar en aguas de 3 grados de temperatura y soportar la fuerte corriente de la porción del mar de Bering que divide las islas Pequeña Diómede (EU) y Gran Diómede (Rusia).

No sólo fue el seguir aún cuando a los 10 minutos de haber comenzado a nadar, el cuerpo le pedía salirse; no sólo fue soportar el dolor en los dientes y los calambres en las piernas, o la desesperación por no ver su destino debido a la densa niebla que lo cubría, vaya, ni siquiera fueron los 66 minutos que nadó para cumplir su sueño de cruzar estas inhóspitas aguas por donde hace más de 13 mil años pasaron los primeros pobladores de América.

Fue mucho más. Fue llegar hasta la que es conocida como la última frontera de América, fue vencer el estrés, la impaciencia y el miedo de él y de su equipo; fue lidiar con la falta de comprensión de las autoridades rusas, quienes no le otorgaron la visa ni el permiso para hacer el cruce; fue dormir sobre la duela de una cancha de basquetbol, comer sólo dos veces al día, soportar temperaturas menores a 10 grados y ráfagas de viento de hasta 16 kilómetros por hora, y estar, todos los días, a expensas del clima para tomar decisiones.

Cuando a las 16:09 horas locales del sábado 7 de agosto, un cansado Jauli tocó las rocas de la Gran Diómede, una frase salió de las bocas de su asistente Marco Polo Camacho y de su entrenador Zenón M. Castillo: "Valió la pena".

De inmediato, Jauli regresó a la lancha que lo acompañó y que era manejada por dos esquimales, se subió y regresaron al lado americano. Atrás quedaba el miedo a un posible problema con los rusos (en la Gran Diómede hay una base militar), ahora a festejar. Hubo gritos de alegría al tiempo que una bandera de México era ondeada por uno de sus ayudantes, y a pesar del cansancio y de estar en reposo, Jauli todavía tuvo fuerzas para secundarlos. La hazaña estaba hecha.

Un viaje largo, muy largo.

Después de cruzar el Estrecho de Gibraltar en 1998, Salomón Jauli comenzó a maquinar la idea de cruzar el de Bering. Tenía informes de que nadie lo había hecho, aunque más tarde se enteró de que dos mujeres, Linn Cox en los 80, y Mimi Hugges, en 1996, ya habían realizado el mismo recorrido, la primera en traje de baño aunque era obesa, y la segunda, con un traje especial.

Sin embargo, era su oportunidad de hacer historia como el primer hombre y el primer mexicano en hacerlo. Para ello se entrenó un año, acumuló más de 5 mil kilómetros de entrenamiento en el agua, otros más de carrera y cientos de horas de ejercicios diversos. En mayo pasado, hizo un viaje de reconocimiento al lugar, luego, consiguió el traje con el cual lo haría, buscó patrocinadores y el 25 de julio tomó el avión que lo llevaría a la última frontera.

La primera escala fue Anchorage. El verano cambió la nieve por días largos y soleados, aunque el termómetro nunca superó los 10 grados centígrados. Ahí, dos días de entrenamiento en las orillas del lago Speenard, lugar de aterrizaje de hidroplanos. Dos días después, el vuelo a Nome, una pequeña ciudad que a fines del siglo pasado fue la meca de la fiebre del oro y que en estos días festejaba su centenario.

Sus calles se asemejaban a aquellas en las películas del viejo oeste: construcciones de madera y polvo por todos lados. Ahí se vio por primera vez el mar de Bering, gris, salvaje, misterioso. Ese día, el sol se ocultó hasta las 2 de la mañana, pero al día siguiente, la niebla cubría la ciudad e impedía ver más allá de una cuadra. Fue el primer capricho del clima.

El vuelo para Wales estaba programado a las 9:30, pero por esa situación tuvo que posponerse hasta las 14:00. A esta hora se elevó la vieja avioneta bimotor con sólo cinco asientos y el espacio restante para carga. Casi una hora después, apareció Wales, pequeña población de esquimales al noreste de Alaska, a 43 kilómetros de la Pequeña Diómede.

Wales era el punto de espera del helicóptero que los trasladaría a la isla. Su único vuelo de la semana, desgraciadamente, también dependía del clima y ese día miércoles, no fue posible, ni el jueves, ni el viernes....casi siete días en espera de condiciones favorables.

¿Otra forma de llegar? en lancha, pero demasiado riesgoso. Un viejo esquimal hizo abortar esa idea luego de informar que en 1998, una lancha que salió rumbo a la isla, se hundió y ninguno de los 7 pasajeros fue encontrado.

La primera noche aquí se pasó en la oficina de la ciudad de 160 habitantes. Las siguientes, en la escuela, un edificio moderno con todas las comodidades, incluida una cancha de basquetbol y aire acondicionado.

Los días pasaban y la desesperación aumentaba. La frase "hoy parece un buen día", horas después cambiaba por "quizá mañana". El piloto del helicóptero, Eric Pentilla, se limitaba a decir, "espero verlos mañana". Podría haber buen clima en Wales, pero si no lo había en Nome, su base, o en Diómede, de nada servía.

Las ansías de Jauli lo llevaron a "probar" el agua antes de lo previsto. El sábado 31, un día con violentas ráfagas de viento, mar picado y nublado, se puso sus trajes especiales y decidió nadar. Fueron 25 minutos angustiantes. La corriente lo arrastraba pero pasaron la prueba tanto él como su traje.

Eran buenas noticias entre el mar de dudas.

El 3 de agosto por fin una llamada informó de la llegada del helicóptero. Un esquimal en su cuatrimoto los trasladó al helipuerto: una superficie lisa de tierra, donde ya habían kilos de provisiones que desde hacía 8 días esperaban en la isla, lo mismo que dos familias ansiosas de llegar a casa.

El primer vuelo del aparato fue con clima favorable, el segundo, tuvo que hacerlo con lluvia y a no más de 100 metros sobre el mar, debido a la neblina que comenzaba a bajar.

Por fin la isla. Desde el cielo, se observan las 30 casas construidas ahí de madera y lámina, las calles lodosas y sucias, las pieles de morsa secándose, la escuela que sería también el refugio del grupo de mexicanos que llegaban y eran recibidos por niños y las autoridades de la isla, enteradas ya de sus intenciones.

Estas, informaron de los trámites que debían hacerse para cruzar. De inmediato, a hacer llamadas, a mandar faxes, a esperar respuestas, pero nunca llegaron todas, sólo la del lado americano que daba el visto bueno con la condición de ir a migración a checar las visas y pasaportes.

Llegó el viernes y de Rusia nada. Los presagios del clima eran malos, aunque para el sábado se pronosticaban aguas tranquilas, sin viento y sí, mucha niebla, lo cual era bueno para eludir la vigilancia. Era el día perfecto. Reunión por la noche para definir estrategias, ¿si nos arrestan los rusos? ¿y si el bote acompaña al nadador hasta la frontera y lo espera? La única certeza era que debía cruzarse, con o sin permiso.

Cabeza fría, corazón caliente .

Lo primero que hicieron al despertar, fue buscar al capitán que se encargaría de acompañar a Jauli en su lancha. Pero este sólo daba largas, con razón pues sin permiso no podía pasar y si lo hacía, se exponía también a algún castigo. El nunca dijo no, pero tampoco cuando.

Dos jóvenes, Jerry y Raleigh, no lo pensaron mucho. Los mil dólares ofrecidos, los hicieron preparar su bote en un par de horas, conseguir una brújula y un aparato de navegación para el caso de tener problemas de visibilidad por la niebla.

A las 14:45, el equipo se enfiló a la playa. El mar invitaba con su tranquilidad. La Gran Diómede no podía verse y aunque asustaba, eso era una garantía.

Se enfilaron hacia el sur y a las 15:03 Jauli comenzó a nadar. Fueron momentos dramáticos. A los pocos minutos, se detuvo para arreglarse el guante derecho por donde le entró agua. Ahí pensó en salirse, pero los gritos de apoyo y el ondear de su bandera, lo motivaron a seguir.

Nadaba con fuerza, primero 51 brazadas por minuto, pero parecía no avanzar. Volvió a detenerse por el guante, pero ya estaba seguro de seguir. A los 30 minutos, cruzaron la frontera EU-Rusia, y la línea internacional del tiempo (ya no eran las 15:33 del sábado, sino las 12:33 del domingo). A partir de ahí comenzó a nadar con más fuerza (55 brazadas) y metros adelante, la niebla comenzó a descubrir el objetivo.

Jauli se detuvo, tomó jugo de manzana, comió un dulce para quitarse el sabor a sal, dijo algunas palabras y siguió. A unos 30 metros de tocar, volvió el estómago y perdió fuerzas, pero estaba tan cerca que no podía claudicar. Ya en esa zona, el oleaje era salvaje, por lo que debió recorrerlos sin compañía.

A las 16:09 de Alaska, 13:09 de Rusia, tocó las rocas rusas, al tiempo que una parvada de gaviotas salía de sus nidos asustada. Volteó hacia la lancha, alzó su dedo pulgar y regresó.

El día siguiente fue hermoso. La fuerza del sol permitió salir con camisetas a la calle. La Gran Diómede se vio en toda su magnitud, lista para recibir el adiós. A las 18:00 horas del domingo, Jauli y su equipo emprendieron su regreso, ahora en lancha de motor, hora y media de viaje, 43 kilómetros de mar, mucha niebla e incertidumbre.

Hoy, a una semana, él y su equipo ya están en casa. Hoy seguramente ya le rindió tributo a su padre que falleciera el martes 3 de julio, algo que se le ocultó hasta su regreso. Hoy, seguramente piensa: "Valió la pena".

LA TRAVESIA DIA A DIA.

Julio .

25 Jauli y su equipo salen a Anchorage (17 hrs de viaje con 2 escalas).

27 Viajan de Anchorage a Nome (1:12 hrs de vuelo)

28 Viajan de Nome a Wales (45 minutos de vuelo, retraso de 4 h. por mal tiempo).

31 Jauli nada 25 minutos en las playas de Wales. La prueba de resistencia al frío es exitosa así como la del traje.

Agosto .

3 Por fin, luego de 7 días de espera, logran cruzar en helicóptero a la isla Pequeña Diómede (20 min. de vuelo), punto de partida de su trayecto. Ese mismo día, en Puebla, fallece el padre de Jauli, Elías Jauli Yapur, aunque su familia opta por no decirle nada hasta su regreso.

4 Surgen problemas con las autoridades rusas y americanas.

5 El agente de migración de Nome, solicita 5 mil dólares para viajar a la isla para sellar los pasaportes pues Jauli y su equipo cruzarían la frontera con Rusia ida y vuelta.

6 Las autoridades americanas dan el visto bueno para el cruce y el agente desiste de su petición y sólo les pide pasar a su oficina de regreso. El permiso de Rusia nunca llegó, las malas condiciones de sus sistemas de comunicación telefónica impiden comunicarse allá. En la noche, el equipo decide hacer el cruce sin él.

7 El capitán más experimentado de la isla se niega a pasar sin permiso. Dos jóvenes que escucharon, aceptan a cambio de mil dólares. A las 14:45 abordaron la lancha, a las 15:03 Jauli se lanzó al agua de tres grados de temperatura y, una hora seis minutos después, toca la isla rusa, Gran Diómede, en un día con densa neblina pero aguas tranquilas.

8 Ante la incertidumbre de la llegada del helicóptero por el mal clima, se decide viajar a Wales en lancha de motor. Se recorrieron 43 km en una hora y 40 minutos.

9 Vuelan de Wales a Nome, donde el agente de migración sella los pasaportes.

10 Vuelan de Nome a LA.

11 Llega Jauli a su casa en Puebla, donde se entera de la muerte de su padre


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De locura