Somia Viatjer

En 24 horas aterrizaré en mi último destino de la década. Lo malo de este vicio es que uno nunca encuentra llenadera. Cualquier mapa o tablero de aeropuerto es suficiente para descubrir un sitio al cual querer ir. Alguna vez dije: si una vez dejo de hacer lo que me gusta existe el riesgo de que dejarlo de hacer otra vez sea más fácil. Por eso no he intentado "no hacerlo". La década que se va me ha llenado los ojos y la memoria de incomparables lugares, inigualables personas, soledades reconfortantes, compañías gratificantes, comidas asombrosas. He caminado sin parar, quizá al mismo nivel de las millas que he volado para trasportarme de mi ciudad a cada aeropuerto que he elegido. Otras veces he usado algún barco, lancha, ferri o panga para completar el trayecto. La última vez fue en el Amazonas, incomparable lugar donde redescubrí mi gran pasión por hacer esto. En diez años he seguido cada uno de mis deseos en lo que a viajes se refiere. Mi riqueza personal está en eso. Lo he pensado, quizá de haber ahorrado todo ese dinero, tendría otro auto, otra casa, mejor ropa, un terreno con Cocoyoc, zapatos de diseñador, o un tiempo compartido en Cancún o Acapulco. Y cuando lo he pensado, agradezco ser como soy. No quiero ser distinto. Hace poco un amigo mio me decía luego de escuchar una breve reseña de mi viaje por las Galápagos: ¨"...y hay tanta gente que se dedica a atesorar riqueza..." Sí, de qué sirve tener dinero o bienes si en cualquier momento una crisis, un terremoto, un tsunami o unos rateros pueden llevarse lo que con él podemos comprar. En cambio, esta riqueza que guardo ni la muerte me la puede arrebatar. Suena romántico. Lo es. Adoro romancear con las posibilidades que cada viaje me abre. Si fuera rico económicamente hablando, gastaría en seguir viajando. No lo soy pero disfruto mucho saber que esos pesos que echo a la alcancía se convertirán en un boleto para mi próxima aventura, para una noche de hostal o de hotel, para una comida en el centro histórico de cualquier pueblito o para ir a tomar unas cervezas en cualquier bar donde pueda conocer a alguien. He tenido la fortuna de probar casi de todo. De nada me arrepiento, vaya, ni de haberme quedado en el hostal donde me robaron mi cámara en septiembre pasado. Viajo y vivo. Vivo para viajar (y trabajar para sacar para los viajes). Otra de mis frases favoritas es decir que cada viaje inicia en el momento en que mi avión que me trae de regreso a casa aterriza. El cerebro comienza a trabajar en función de eso, mis esfuerzos igual. Y me preparo leyendo, viendo mapas, planeando escalas, platicando porque cada charla refrenda mi compromiso conmigo mismo. Terminar un año sin viajar es para mi como caminar sin avanzar. Llevo casi veintisiete años haciéndolo: desde que mi mamá me compró mi mochila verde militar con fierros para mis excursiones en los scouts hasta hoy que me desvelo arreglando mi maleta para arribar a la fría París el miércoles por la tarde. Es la tercera vez que visito esta ciudad. En esa categoría de más visitadas están Barcelona, Madrid y París... bueno, por gusto, porque hay otras a donde mi trabajo me ha llevado y claro, nunca me negaré a subirme a un avión y menos si es de a gratis. Ahora, París se me presenta con un panorama de vida distinto. Acompaño, me acompaña, una personita que se inicia en este arte del viajar. No pude encontrar mejor compañía que ella para regresar a esta emblemática ciudad en una igual de emblemática fecha. Regreso a París con una ilusión renovada. Y saben, creo que se enamoró de mi gusto por estar en todos lados. Ya dijimos: así sea a puro baguette y agua, pero París tiene que rendirse a nuestros pies. Llevo cámara nueva, rodilla nueva y vida nueva. Serán pocas horas allá, pero de todos modos nunca hay tiempo suficiente para estar viajando. Vaya que lo sé. Termino la década como la empecé. En 2000, estuve en Australia (aún debo escanear esas fotos para contarles esa otra década viajera de mi vida), hoy estoy con pendientes por empacar y con los nervios de siempre por lo que encontraré desde mañana por la noche. Me voy, au revoir, pero no podía hacerlo sin emplear un poco de mi tiempo en regalar un resumen de estos 10 años de andar por el mundo. Son fotos tomadas de mi archivo al azar. Algunos sitios son inconfundibles y de fácil identificación, otros se han postrado frente a mi cámara en busca de ser capturados, algunas veces con mejor técnica que en otras, pero están aquí. Valen por lo que representan más que por su belleza artística. Me voy, pues, a viajar. Qué nos queda, que el mundo se va a acabar.

Au revoir.































Comentarios

De locura