Dos recuerdos de Nueva York


Fue en el 2000 cuando por vez primera fui a Nueva York. Se trató de un viaje de trabajo. La cita fue en el Madison Square Garden, una de las catedrales del boxeo mundial. Fue casi un viaje relámpago, sólo un día completo. Fue realmente poco lo que pude recorrer, para lo cual no ayudó el clima: lluvia y frío, los remanentes del invierno. Uno de los pocos objetivos fijados era el de subir a lo más alto de una de las torres gemelas, pero en la taquilla el deseo se frustró: por la neblina, dejaron de vender boletos para el mirador así que me resigné a mirar la inmensidad de las torres desde la calle. Miré hacía arriba y los últimos pisos desaparecían entre la densidad de la neblina. Tengo algunas fotos en papel de esa visión. Lo más que pude hacer fue entrar al lobby de las palmeras africanas y tomar un café. 19 meses después, las torres dejaron de existir por un ataque terrorista y mi deseo de subir a lo más alto de este otrora icono del poderío económico estadounidense, se esfumó también. Regresé a Nueva York siete años después y ese sitio sigue siendo una gran atracción turística. La gente que pasa por la zona cero busca algo a través de las rejas que cubren la nueva construcción, explora intrigada cada metro del sitio donde murieron miles de gentes, sacan fotos de todo. En uno de los costados, uno de los edificios corporativos permite asomarse al lugar. Las máquinas trabajan a full, obreros se mueven hacia todos lados, sin importar el clima ni que son sometidos a la constante mirada de los turistas que, por cientos, sacían su morbo por descubrir lo que hay ahora donde alguna vez estuvieron las majestuosas Twin Towers y parecen imaginarse la forma de lo que ahora se está edificando sobre la memoria de todos los muertos en ese sitio el 11-09. Esta fotografía la tome dentro de ese edificio, sede del World Financial Center, y la transformé al blanco y negro. Me encanta el dramatismo de la misma, las sombras, lo que está y ya no está del otro lado del cristal... Detrás de esa gente están las palmeras africanas. De nuevo, compré un café y me senté al lado de ellas a revisar lo que ya llevaba recopilado en mi cámara.

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De locura