Qué bien es sentirse el invitado en su reino

Desde que las descubrí en un mapa, visitar las Islas Galápagos se convirtió en una obsesión, pero fue hasta 2009 que logré llegar ahí. Es de esos lugares que para entenderlos hay que vivirlos, incluso sufrirlos. Aunque sea lugar común, la frase de no hay viaje igual a otro, aunque sea al mismo lugar, aquí aplica a la perfección. Ahí, no sólo es posible sentirse realmente en otro mundo, sino es posible sentir la magia de entrar a uno donde no son los humanos los que reinan, sino los animales. Nadar con ellos, sentarse en las bancas de ellos, navegar en los botes y barcos donde se tiran a tomar el sol, etc etc, es algo difícil de vivir en otro lugar del mundo. 
Desde ahí mi amor por la naturaleza se magnificó, y dejé empeñada la promesa de regresar.






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De locura