CHINA, del archivo perdido




China. Uno de los viajes que mayor expectación previa me provocó. Estábamos a 8 meses del inicio de los Juegos Olímpicos y el tema para quienes nos dedicamos a esto del periodismo deportivo era Beijing. La tarea era vivir un mes en la ciudad, olerla, sufrirla, pasearla, disfrutarla. Todo se consiguió, con sus respectivos accidentes, todos relacionados con la captura de imágenes. Primero, la foto del que sería mi guía para el viaje, salió fuera de foco. No podía esperar algo mejor, el cansancio y el nerviosismo hacían mella: fueron casi dos horas de búsqueda mutua dentro y fuera del aeropuerto. Él confundido por las horas de llegada, yo confundido por el idioma. Sin teléfono para hablarle, sin mayor referencia que una foto suya en la cual no se parecía nada al chico que yo vi casi dos horas después con un letrero con mi nombre, apenas visible entre sus manos. Luego, primera noche de reconocimiento, y chin, que la cámara se cae al piso por haber dejado el cierre abierto. El daño parecía mayor de lo que fue: sólo se atoraba el flash a la hora de salir pero con un poco de ayuda, lo lograba (esa misma cámara pasó a mejores manos en unas vacaciones posteriores a Ecuador: me la robaron del hostal, así que era su destino).
Con cámara viviendo su segunda vida, emprendí una de las experiencias profesionales y de vida más intensas. De Beijing conocí todo: su comida callejera, exquisita; su comida exótica, como las repugnantes cucarachotas; sus restaurantes con menú a base de perro comestible y los mercados donde los venden congelados para la gente común y corriente; sus exclusivas zonas para turistas y los barrios populares donde el deporte más practicado es escupir; su transporte básico en moto, así como el metro atiborrado a cualquier hora; su perfecto carril para bicicletas y la manera en que la gente se respeta así misma, pero son tantos, que hasta una muestra de respeto parece agresión (pasa, no, pasa tu, bueno, pasamos todos, y así); sus mercados de pulgas y su silicon valley, donde está lo mejor de las copias chinas de los mejores aparatos del mundo, así como su producción propia; en fin, Beijing me la conocí toditida, hasta sus mejores antros, sus casas de masaje, tanto los de las guapas damitas, fragilitas, chinas, hasta las de los cieguitos que sólo te masajean los pies; hice un tour con una china, subí la murilla ídem, y me embriagué con grandes personas en inverosímiles lugares. De esa experiencia se publicó este suplemento en el Diario El CENTRO (qepd), y algo pasó, que esas fotografías se perdieron, por fortuna pude rescatar los PDF's y aquí los presento... están mis mejores fotos de ese viaje, bueno, las que el editor de foto consideró que eran las mejores; el resto de mi selección se perdió entre todo lo demás perdido de ese diario de corta vida, en algún disco duro... Ese fue el otro accidente relativo a, sin embargo, fue el primer suplemento publicado con mis fotos en la historia de mi vida, y lo muestro con gran orgullo.











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De locura