Leoncito en manos de diablillos


Retomo el viaje. Un amigo me obligó a ello. Tenía casi un mes de haber abandonado mi lugar favorito. A éste recurro cuando el aburrimiento me llega, me aprisiona. Y eso que he estado viajando últimamente, aunque como si no lo hubiera hecho. Han sido de trabajo, tan intenso que pocas veces pude sacar la cámara para robarme imágenes de los sitios visitados. Quizá sea porque ya había estado antes en ellos, o porque no tuve el tiempo suficiente como para detenerme a esperar una imagen digna. Lo que sea, lo cierto es que mi experiencia fotográfica reciente fue pobre. Luego compartiré algo a petición de mi chiquititita. Mientras tanto, hice un ejercicio recurrente: visité mi archivo. Recordé que hace pocas semanas me emocioné seleccionando imágenes para unos concursos para fotógrafos amateurs, y tuve un intenso debate interno sobre cuál de una preselección de 10 fotos era la mejor para enviar. La que ahora comparto no es una de ellas, pero me encanta, sobre todo por el contexto (lo cual no se califica en los concursos, creo). Caminaba explorando un pueblito del amazonas colombiano cercano a Leticia. Fui ahí porque ahí llegaban los micros. Bueno, alguien dijo que era un sitio donde podria ver comunidades autóctonas, y eso me atrajo. Fui. Caminé. Miré. Pregunté. Casi nada extraordinario. Unas mariposas. Algunas plantas. No más. Iba de regreso a la parada del micro cuando escuché a varios niños gritando y corriendo como persiguiendo algo. Los seguí. Corrían detrás de algo tan pequeño que pensé que era una rata, un conejo, o algo así. Los niños, tres, rodearon al bicho, hasta que lo atraparon. Me acerqué y descubrí que no era nada de lo anterior, sino una especie de chango que no conocía y al que ellos conocen como leoncito. Obvio, el animalito estaba furioso: su cacería dentro de la casa de los chamacos había sido frustrada y ahora pasaria de cazador a cazado. Los niños presentaron su presa ante la prensa, y luego fueron corriendo a casa a presumir a su nueva mascota. Así, esta escala en este pueblito amazónico valió la pena. Pude descubrir la manera en que viven y el tipo de diversión que tienen los niños, así como la forma en la que conviven con la naturaleza. Tras una sentida petición de no lastimarlo, seguí mi camino a algún otro lugar del Amazonas.

Comentarios

De locura